jueves, 4 de mayo de 2023

RELATO: DIÁLOGO

 



Queridos/as lectores/as:

Hace unos años participé en un curso de escritura creativa. Ya he compartido algunos relatos que hice durante el curso. Y hoy quiero compartir otro que, espero, sea de vuestro agrado.  En esta ocasión el reto era escribir un diálogo entre dos personajes famosos, cuyos nombres no diré,  pero corresponderían a un sacerdote y un hombre travestí. El relato tampoco tenía título.

DIÁLOGO:

─¡Uy, qué cansancio llevo! Con esta calor ─se abanica con un bolsito dorado─ que hace, solo a mí se me pudo ocurrir ponerme la peluca a lo Rocío Jurado y los tacones de Drag Queen.  Y las pestañas, cómo se sigan pegando me voy a quedar bizca ─las recoloca─. Necesito sentarme y beber algo pero…─mira a su alrededor─. ¡Aquí no hay nada! ¿Aquello qué es? ¿Un museo? ¿Una iglesia? Sí, parece una iglesia. Me voy para allá. ─Entra en la iglesia─. ¡Uy, qué oscuro está esto! ¡Uy, malo, malo el que algo esconde! ─se sienta en un banco─. ¡Pero cuánto tiempo hace que no entro en un sitio de estos! Parece que todo sigue igual. Allá veo la figura de Jesús… ¡Uy, no! Ése no parece Jesús. Se ve más mayor. Será el padre… José. Si se le puede llamar así… ¿Quién viene por allí? Un señor vestido todo de negro… Mientras no sea un ladrón ─sujeta con fuerza el bolsito.

─Soy el sacerdote de la parroquia.  ¿Sabe usted que está en una iglesia?

─Sí, claro.

─Debería vestirse más apropiadamente para entrar aquí.

─Para entrar aquí, no sé, pero para estar en la calle con 40 grados esto no es lo más recomendable. Ahí sí le doy la razón. Ya tengo la liga más clavada que un clavo de Cristo.

─¡No blasfeme! Su falda es demasiado corta y su escote demasiado largo.

─¡Pues sí que entiende de medidas y solo con echar un ojo! ¿Ha trabajado de modisto?

─¡No diga tonterías! Olvidemos el vestuario.

─Mejor. Porque el que está allí enfrente no  va muy vestido que digamos y no parece que le importe mucho.

─¡Señora! ¡Ése es el Altísimo!

─Yo no sé cuánto mide, usted sabrá. No me meto con su altura.

─¡Pero, qué tonterías dice! Debería confesarse.

─Eso ya lo hago todos los días y le aseguro que soy la única persona de este mundo mundial que no se arrepiente de nada ─se pone en pie y vuelve a sentarse─. Aunque sí me arrepiento de haberme puesto estos tacones. ¡Me están matando! ¡Ay, déjeme descansar un poco! ¿No tiene más luz por aquí? Ya sé que está cara pero tanta oscuridad es tacañería.

─Esto es una iglesia. Y no es lugar para descansar.

─¡Qué poca consideración con el necesitado! ¿Dónde está la caridad que predican? ¡Ay, qué calor!

─Debería ir a una cafetería o a un parque.

─¡Qué sed tengo! Podría darme un poco de vino que tengo la garganta más seca que la paja del campo.

─¡Pero qué pecadora es usted!

─¿Tiene algo para picar? Es que las hostias a mí nunca me han gustado. Y con lo seca que tengo la garganta seguro que se pegan y si no me da vino…

─Si quiere le pongo música también.

─Pues ya que estamos… Pero animadita que la de misa suena a funeral.

─Insisto. Si no va a confesarse, rezar o meditar… ¡Váyase!

─¡Pero qué antipático eres cariño! ─se pone en pie otra vez─. ¡Anda mira, una palagana! Voy a refrescarme un poco y ya me largo.

─Pero ¡señora, eso es la pila bautismal!

─¡Qué amargado, Dios mío! ¡Ay, Dios mío, qué cruz te ha tocado con éste! ─se refresca un poco─. ¡Ya me voy! ¡Ya me voy! ─ve unas flores ante una representación de la Virgen María─. ¡Anda, mira, claveles! Me llevo unos pocos para la suegra.

─¡Pero ¿qué hace, señora?! ¡No puede coger eso!



─¡No me diga! ¡Es mejor dejarlos ahí, en la oscuridad, marchitándose! Solo cogí seis. Media docena ─se quita la peluca y el sacerdote lo mira perplejo─. ¡Pues sí, padre! ─se acerca él─. Soy un hombre. No se sorprenda. Lo mío es como el misterio de la Trinidad. ¡Ea, que tenga un buen día y mejore la hospitalidad!


FIN