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domingo, 13 de octubre de 2024

EL ESTADEA

Hola, lectores/as. En esta ocasión comparto un relato que me parece ideal para estas fechas. El "estadea" es la persona que encabeza la Santa Compaña, una vez que ha tenido la mala suerte de encontrarse con la macabra procesión y no poder esquivarla.

 

EL ESTADEA




Hace cinco días que Luis ha desaparecido en el bosque. Por favor, ven. Te necesito”, así decía el mensaje que me envió mi hermana, Sorprendido y preocupado por la situación, hice la maleta, me despedí de mi mujer y regresé a Galicia. 



Mi hermana, Sira, vivía en Ourense, pero tenía una casa rural en un pequeño pueblo. Ella y su marido solían pasar allí  algunos fines de semana y parte de las vacaciones. Como amantes de la naturaleza, les gustaba pasear por el bosque, nadar en el río y degustar los productos que los paisanos cultivaban y no tenían inconveniente en regalarles. A mi cuñado también le gustaba recolectar setas.  Y fue ejerciendo esta actividad cuando desapareció. De eso hacía cinco días. La búsqueda por el bosque que hicieron los vecinos, guiados por la Guardia Civil, no dieron resultado.  

Conocía a Luis, mi cuñado, desde hacía más de veinte años y sabía que era un hombre tranquilo, pacífico, prudente, que no tenía enemigos. Mi hermana aseguraba que no tenían ningún problema matrimonial y, salvo que engañase bien a todos, se podía decir que era un hombre feliz. Yo la creía, y así se lo hice saber a la Guardia Civil cuando hablé con ellos. 


Según me contaron, mi cuñado salió sobre las seis de la tarde de casa. Condujo hasta el bar más cercano, a unos dos kilómetros y medio de su casa, y se detuvo para tomar un café con leche. Uno de los vecinos intentó persuadirle de que no se adentrara en el bosque, pronto se haría de noche y empezaba a subir la niebla. Pero, Luis quería coger setas para cenarlas esa noche y desoyó las advertencias. 

Pasaron las horas y, sobre las nueve de la noche, mi hermana decidió llamar a una vecina con la que más relación tenía para preguntarle si Luis estaba con el marido de ella. Pero los vecinos no habían visto a mi cuñado ese día. El señor tuvo la amabilidad de acercarse al bar para comprobar si Luis estaba allí. Encontró su coche, cerrado. Preguntó por él en el bar. Nadie le había vuelto a ver desde que se adentró en el bosque. Así se lo hizo saber a mi hermana y, sin demora, se lo comunicaron a la guardia civil. 

Después de una extensa e intensa búsqueda, lo único que encontraron fue la cesta que llevaba para recoger las setas. Dentro estaban la navaja que utilizaba para cortar los tallos y algunas setas, ya mustias.  

No había signos de violencia en los alrededores. Y, aunque carecía de lógica, la guardia civil estaba convencida de que Luis se había alejado por algún motivo dejando la cesta en un punto y debió haber sufrido un accidente con  fatal desenlace. Al parecer, no confiaban en encontrarle con vida, aunque seguirían buscándole.

La tarde del mismo día de mi llegada llevé a mi hermana a la iglesia para asistir al entierro de un vecino. Me quedé con ella en el sepelio para acompañarla y darle ánimo. Su salud era delicada y en su aspecto podía verse reflejado el estrés y la angustia que estaba padeciendo.

El cementerio estaba en el mismo recinto que la iglesia, así que pudimos ir caminando hasta el lugar donde se sepultaría el ataúd.

Cuando estábamos presenciando el entierro, una mujer mayor, vestida de negro, se acercó a nosotros y nos habló en voz baja.

─Ese hombre era mayor pero estaba sano. Aún así, la Parca decidió que había llegado su hora y así se lo anunció la Santa Compaña. ¿Ustedes no escucharon las campanas en mitad de la noche hace dos días?

─Yo no estaba aquí ─respondí.

─Deberían buscar a su familiar en el bosque, pero de noche. Últimamente la Santa Compaña se deja ver mucho por este pueblo. Es que nos estamos haciendo mayores ─se alejó.

Mi hermana me miró nerviosa y sonreí para tranquilizarla.

─No hagas caso a lo que ha dicho. Los viejos tienen sus manías y supersticiones.

Después del entierro regresamos a casa. Encendí fuego en la chimenea y preparé algo para cenar.

Mientras cenábamos vimos las noticias locales en la televisión. Recordaron el caso de la desaparición de mi cuñado y mi hermana empezó a llorar. Apagué la televisión y la tranquilicé.

─Te prometo que haré todo lo posible para encontrarle.

─Agradezco mucho que estés aquí. No sé qué habría sido de mí si estuviese sola.

─Debiste llamarme antes.

─No quería molestar.

─¿Molestar? ¡Sira, no digas eso, por favor!

Nos abrazamos y, una vez estuvo más tranquila, le aconsejé que se acostara e intentara dormir.

Yo no podía dormir. Aunque hacía frío salí al exterior para pensar un poco. Me senté en un banco que había al lado de la puerta. Yo no era creyente en sucesos extraños, conocidos como “paranormales”, sin embargo, no dejaba de pensar en lo que nos había dicho la anciana en el cementerio.



Desde luego no me planteaba la posibilidad de que mi cuñado se hubiese encontrado con una procesión de almas en medio del bosque, pero podía haber algún otro misterio más racional en el que se hubiese visto implicado, sin poderlo evitar.  Y estaba pensando, en concreto, en la posibilidad de que hubiese tenido la mala suerte de encontrarse con cazadores furtivos o un grupo de delincuentes que buscaba la policía nacional, junto con la guardia civil, desde hacía una semana, más o menos. Según la investigación, los fugados tenían pensado ir a Portugal, y el pueblo donde nos encontrábamos tenía una ruta antigua por el monte que era la ideal para cruzar la antigua frontera de manera furtiva.

La media noche me cogió sumido en mis pensamientos, convenciéndome de que mis teorías tenían fundamento y, seguramente, la guardia civil barajaba esa posibilidad aunque no me lo habían querido decir.  Tan concentrado estaba que no me di cuenta de que hacía realmente frío y mi ropa estaba húmeda por la niebla.

Me levanté dispuesto a entrar en casa y, de pronto, me pareció percibir un olor a cera, mezclado con incienso. Miré hacia el camino y no vi nada extraño. Entré en casa y me dirigí a mi habitación. Era hora de que me acostara. Quería madrugar para iniciar la búsqueda de Luis.

Antes de acostarme, me asomé a la ventana. El olor que había percibido momentos antes me había inquietado. Me pareció oír el tañido de una campana lejana. Recordé, una vez más, las palabras de la anciana. Me sentí inquieto y cerré la ventana. Luego, me reí por lo absurdo de la situación. Yo era un hombre racional y no podía dejarme llevar por historias de viejas.

Al día siguiente, después de desayunar y asegurarme de que mi hermana se encontraba bien, me dirigí al bar del pueblo para hablar con los paisanos. Quería saber si ellos estaban de acuerdo con mis teorías. Y esperaba que me ayudasen y no guardasen silencio, como solían hacer los aldeanos, sobre todo por temor a posibles represalias.

Llegué al bar y me sorprendió comprobar que estaba cerrado. Tenía un cartel pegado en la puerta, hecho con un cartón vulgar. Leí la nota: “Cerrado por defunción”. Miré extrañado a mí alrededor.  Sin dudarlo, me dirigí a la parroquia. Necesitaba saber quién había fallecido y en qué circunstancias.

La iglesia era pequeña, de estilo románico. Estaba consagrada al santo Antonio. Tenía todas las puertas cerradas. En el cementerio, que rodeaba a la iglesia, trabajaban dos hombres. Abrían una tumba, seguramente para enterrar al vecino recientemente fallecido. 

Me acerqué a ellos y les pregunté por el párroco. Me respondieron que estaba en su casa, un poco más lejos de la parroquia, en dirección al pueblo. Sabía a cuál se referían. Había pasado por delante de ella hacía unos minutos.  

─¿Cómo se llama el párroco? ─pregunté antes de irme. 

─Don Cosme. 

─Gracias.  

Llegué a la casa, un perro de gran tamaño, parecido al mastín, se acercó a mí y me olfateó. Detrás salió el párroco, don Cosme. Le saludé, me presenté, y le pregunté si podía robarle unos minutos de su tiempo. Asintió encantado. Seguramente le agradaba hablar con alguien de fuera.


 

─He ido al bar y estaba cerrado por defunción. Me gustaría saber quién falleció. 

─¡Menuda desgracia! ─exclamó─. Murió Pascual, el dueño. 

─¿Era muy mayor? 

─¡En absoluto! Sólo tenía cincuenta y dos años. Murió de un colapso al corazón. 

─Es extraño que mueran dos personas en tan poco tiempo en un pueblo tan pequeño. 

─Tres.  

─¿Tres? ─le miré sorprendido. 

─La semana pasada murió una mujer. Tenía algo más de setenta años. Es normal que muera la gente mayor. Pascual era joven pero no los demás. ¿Aún no saben nada de su cuñado? 

─No. La policía no tiene nuevas. ¿Usted tiene alguna opinión al respecto? 

─El campo es traicionero. Nunca se llega a conocer bien y su cuñado, aunque venía a menudo, era de ciudad. 

─Entonces ¿cree que sufrió un accidente? ¿No existe la posibilidad de que alguien pudiera hacerle daño? Cazadores furtivos… 

─Todo es posible. Espero que no fuera así, eso sería aún más triste. 

Me invitó a entrar en casa. Tenía el fuego encendido en la cocina de leña y se estaba a gusto. Me sirvió un vino de su propia cosecha y un poco de jamón. 

─¿Qué opina de la Santa Compaña? ─le pregunté─. Hay quien dice que se deja ver estos días. 

Dos Cosme me miró perplejo y soltó una carcajada.  

─¿No creerá en esas supersticiones ¿verdad? 

─No. Pero algunas personas creen en ello y pueden llevar más allá sus creencias. No sé si me entiende. 

─Sí, Y le aseguro que los vecinos de esta parroquia no se dedican a asustar a nadie.  

Me despedí del párroco, agradeciendo sus atenciones, antes de que me invitase a comer y regresé a casa.  

Por la tarde me despedí de mi hermana y realicé el camino que había hecho Luis. Quería descartar que se tratase de un accidente.  

El bosque donde Luis había estado buscando setas no era difícil de caminar. Tenía senderos marcados por el uso de la gente. La vegetación ─malezas y arbustos─, no invadían esos caminos. Y no tenía sentido subir hacia la montaña donde los tojos y las grandes rocas de granito indicaban que no era el lugar adecuado para que nacieran las setas, al menos las comestibles.  

Llegué al lugar donde la guardia civil había encontrado la cesta de Luis. De hecho, todavía podía encontrarse un trozo de la cinta que había marcado el perímetro de la investigación. 

Como me habían dicho, no se veían signos de violencia. No había rastro de sangre, pelea, nada que indicara que Luis se hubiese visto envuelto en un suceso violento.  

Aunque empezaba a oscurecer, decidí adentrarme más en el bosque pero en dirección contraria a la montaña. En algún tramo tuve que encender la linterna del teléfono móvil, pues los árboles ensombrecían el lugar. Me pareció ver un claro en dirección al pueblo, paralelo a la carretera. Me dirigí allí sorteando algunos troncos caídos, llenos de musgo.  

El lugar se correspondía con un tortuoso camino embarrado. Pude escuchar el ruido de un regato. Seguí caminando, confiando en que durase la batería del teléfono lo suficiente para no quedar en medio del bosque en la noche a oscuras. Empezaba a escuchar los animales nocturnos y, aunque yo no era miedoso, se hacía inquietante. 

No tardé en localizar la procedencia del agua. No era un regato. Era una mina de agua que estaba muy llena. Inundaba el camino de agua y lo hacía poco transitable. Desde allí se podían ver las luces del pueblo y la carretera. Seguí el camino. Aunque no conocía el lugar, deduje a dónde llevaba.  

Anocheció y decidí llamar a mi hermana para tranquilizarla, aunque no le dije dónde me encontraba. Continué avanzando. Calculé que había caminado casi dos kilómetros cuando llegué al final del camino. Había llegado a la parte de atrás del cementerio.  

Me sentí decepcionado. Mi investigación no había dado resultado. Apagué la luz del móvil. Recorrería el camino de vuelta siguiendo el arcén de la carretera.  

Nada más guardar el teléfono pude escuchar el ruido de una campana. Miré instintivamente hacia el campanario de la iglesia. Era absurdo pensar que alguien podía estar allí a esas horas, aunque sólo pretendiera gastar una broma. Sin embargo, decidí quedarme un rato más, esperando que saliera alguien de la iglesia. 

Lo que vi a continuación me sorprendió y horrorizó a partes iguales. Delante de la iglesia se formó una niebla más espesa que la del bosque. La niebla se disipó lentamente dejando ver luminarias que formaban unas siluetas humanas. Delante de esas siluetas iba un hombre vestido con ropas normales. Portaba una cruz y empezó a caminar encabezando una procesión… de muertos.  


Me oculté tras un arbusto y seguí contemplando aquello que sólo debería formar parte de una vieja leyenda: la Santa Compaña.  

Pero lo que hizo que se me erizaba el cabello fue comprobar que la persona que encabezaba el desfile era Luis. Quise salir de mi escondite para socorrerle pero, afortunadamente, me acordé de las advertencias que acompañaban a la leyenda y decidí permanecer en el escondite. Cuando se alejaron, siguiendo el camino por el que yo había venido, salí a la carretera y corrí lo más rápido que pude hasta llegar a mi coche.   

Esa noche no pude conciliar el sueño. Al día siguiente, salí temprano de casa. Quise regresar a la casa de don Cosme. Necesitaba hablar con él, aunque me tildase de loco. 

El párroco notó mi agitación y me hizo entrar hasta la cocina. Me ofreció un café que agradecí. La falta de sueño me hacía sentir más frío de lo habitual. 

Le expliqué lo que me había sucedido por la noche. Insistí en que yo, profesor de física y química, era un hombre razonable, que no creía en nada sobrenatural. Esperaba que no le molestara mi sinceridad.  

El párroco se quedó pensativo largo rato antes de responderme. 

─Le contaré algo. Ese camino que ha recorrido usted ayer por la noche era la antigua ruta que utilizaba la gente para ir a la iglesia y el cementerio. Quedó en desuso cuando se abrió la carretera.  Hace unos dos años, desapareció un hombre en el pueblo vecino. Lo buscaron durante días pero nunca lo encontraron, ni vivo, ni muerto. Sin embargo, algunos vecinos, juraban que lo habían visto alguna que otra noche. Según decían, iba a la cabeza de la Santa Compaña. Yo no creo en eso… Nadie cree ya en esas historias… Pero, ahora viene usted…  

─¿Qué se puede hacer para salvar a alguien que ha quedado atrapado en esa maldición? ─pregunté. El párroco se sorprendió ante  mi brusquedad. 

─No lo sé. ¿Quiere usted ocupar el lugar de su cuñado para liberarle de su cruz? 

─No. Estimo a mi cuñado pero no puedo abandonar a mi familia. No puedo hacer ese sacrificio.  

─Entonces,  le aconsejo que se olvide de su cuñado y deje que la vida siga su curso. 

Me despedí de don Cosme y regresé a casa de mi hermana. La acompañé unos días más mientras la guardia civil seguía con sus investigaciones. Investigaciones que, como era de esperar, no dieron resultado.  

Una noche, antes de irnos del pueblo, regresé al camino viejo que conducía al cementerio. Permanecí oculto esperando que volviera a aparecer la procesión de los muertos, aunque nada garantizaba que fuese así. Sin embargo, esa noche las almas volvieron a formar la procesión. Luis, mi cuñado, iba delante. Su rostro demostraba un horror y cansancio infinitos. Su cuerpo había adelgazado. Sentí lástima por él.  



Al pasar cerca de mí, instintivamente retrocedí un paso. Bajo mis pies crujió una rama. El estadea, como así se conocía al hombre o mujer vivos que encabezaban la procesión, se detuvo. Las almas que le seguían también se detuvieron. El olor a cera llenó mis fosas nasales. Luis miró en dirección hacia mí y se acercó, seguido de las almas. Me vio. Me sentí paralizado. Le llamé pero no me respondió. Me quiso entregar la cruz y yo, recordando la leyenda que me habían contado siendo niño, acerté a decir: 

─Ya tengo cruz. 

Luis, el estadea, se volvió y siguió su camino, condenado a vagar todas las noches con las almas de ese cementerio, buscando a alguien a quien pasar su cruz y anunciando la muerte de los vivos. 

FIN


Espero que os haya gustado. Nos vemos en la próxima entrada.




domingo, 29 de octubre de 2023

SAMAÍN

 



Queridos lectores/as:

Nos acercamos al final del mes de octubre y principio de noviembre. En estos días se celebra la fiesta conocida como Halloween. Las calles se llenarán de disfraces, fiesta y dulces con diseño siniestro.

Pero esta fiesta que, poco a poco, se fue extendiendo por muchos países desde EE.UU, no es originaria de allí. En realidad, es una fiesta muy antigua y era conocida con otro nombre: "Samaín". 

En esta entrada os voy a hablar un poco de esta tradición.

¿QUÉ ES EL SAMAÍN?

El Samaín o Samhaín es una tradición de origen celta que se ha revitalizado en estos últimos años, sobre todo en Galicia. Aunque también es originaria de Asturias, Gran Bretaña, Irlanda y parte del norte de Europa.

Esta celebración marcaba el fin del período del as cosechas, así como el inicio del frío y la oscuridad.

Era una fiesta dirigida por los druidas o hechiceros.

Samaín, o Samhaín (galaico) además de festejar el fin del verano, también significa el cambio de año y el puente o pasaje al otro mundo. Ese "puente" permitía cruzar a los muertos al mundo de los vivos, bien para visitar a sus seres queridos o para molestarlos o aterrorizarlos. 

En el rito original, los druidas para aplacar al dios de la Muerte, extraían las vísceras de sus víctimas humanas y practicaban técnicas adivinatorias del futuro con ellas.

Los romanos se escandalizaron con esta práctica y ordenaron sustituir los sacrificios humanos por los de figuras o efigies. Más tarde se intentó imponer el Festival de Pomona, que rendía culto a la diosa de las manzanas y al otoño, pero esta nueva celebración, aunque aceptada, no erradicó la antigua.

Iniciada la Edad Media, el papa Gregorio III declaró el 1 de noviembre la fecha de los mártires cristianos y, más tarde, su sucesor -Gregorio IV- la amplió a todos los santos, celebración que llega a nuestros días.

LOS RITOS DEL SAMAÍN

Los druidas consideraban la noche del 31 de octubre esotérica, la que ofrecía mayores poderes en todo el año. A petición suya, la deidad Samagín, convocaba a los muertos para que pasasen al otro lado, es decir, al mundo de los vivos.

Las personas que en vida habían sido malvadas, regresaban en forma de animales salvajes. Otras podían conseguir el permiso de aparecerse con su aspecto en vida y compartir unas horas con sus familiares, quienes pasaban la noche con sentimientos encontrados: el terror de encontrarse con un muerte y la esperanza de volver a comunicarse con el ser añorado.

Los druidas encendías hogueras en las colinas y mandaban apagar los fuegos en las casas para evitar que los espíritus malvados entraran. En esas hogueras ardían hojas de roble ("carballo" en gallego. Árbol sagrado de los celtas). Se ofrecían frutos del otoño, animales y, como dije al principio, sacrificios humanos.

Los jóvenes iban por las casas pidiendo leña u objetos con que poder encender las hogueras y vestían grotescos disfraces y máscaras elaborados con pieles y cabezas de animales. Esta tradición llegó a nuestros días como el famoso "truco o trato" en la fiesta de Halloween.

Aunque la fiesta fue prohibida con la llegada de los romanos a Gran Bretaña, la costumbre se mantuvo y los emigrantes a Norteamérica la exportaron y popularizaron en las nuevas tierras.


En Galicia se siguió celebrando de una manera más lúdica y festiva que la original. Las grandes hogueras se cambiaron por la lumbre en las casas, que se mantenía toda la noche para que los visitantes del Más Allá se sintieran calientes y acogidos. También se les reservaba comida y una silla vacía.

Otra tradición celta era dejar una calavera de un enemigo en una ventana con una vela encendida, para evitar visitas "indeseadas". Los gallegos sustituyeron la calavera por nabos vaciados o calabazas talladas con forma de caras en las que se introducía una vela. 

Las familias depositaban comida y dulces en las entradas de sus hogares para mantener contentos a los espíritus. 

Rafael López, maestro de escuela de Cedeira (A Coruña), se encargó recientemente de redescubrir esta tradición antigua y comprobar que todavía se mantenía en mayor o menor medida en Galicia y en las zonas limítrofes de Zamora y León.

En lugares como Quiroga, Lugo, se realiza un espectacular desfile de disfraces por todo el pueblo, cuyas calles se iluminan con calabazas vaciadas, que más tarde serán reutilizadas en el mes de Entroido (Carnaval)

En Ribadavia y Verín (ambas de Ourense) se organizan los desfiles de la Santa Compaña, procesión de ánimas de largo arraigo en el imaginario gallego.

Ho en día, el Samaín (o Halloween) está muy extendido y es habitual disfrutar de diferentes celebraciones en todas las ciudades y pueblos. 

Espero que disfrutéis del Samaín/Halloween y paséis mucho miedo. 







martes, 12 de julio de 2022

25 de JULIO




Hola, queridos/as lectores/as.

El 25 de julio se celebra el Día de Galicia (Día da Patria Galega) (Día Nacional de Galicia), y coincide con la festividad del apóstol Santiago.




Santiago de Zebedeo también conocido como Santiago el Mayor fue uno de los apóstoles más destacados de Jesús de Nazaret. Es hijo de Zebedeo y hermano de San Juan Evangelista, quienes trabajaban como pescadores en Galilea, donde los reclutó Jesucristo. Tras la crucifixión de Jesús, el Apóstol Santiago predicó el cristianismo en occidente.

Cuenta la tradición que a Santiago el Mayor, lo mandó decapitar Herodes Agripa. Sus discípulos recogieron los restos del santo y los trasladaron en una barca sin timón, que Dios guió desde Palestina hasta las costas gallegas, donde fue enterrado.

La leyenda popular establece que el cuerpo del apóstol Santiago apareció en esa zona del antiguo meandro del Sar a bordo de una barca para después ser depositado en una roca de grandes dimensiones. Incluso se dice que la barca era de piedra y no se hundía, por ello es común encontrar en fuentes una pequeña barca de piedra, o una más grande, con una representación del apóstol, en el concello de Alfoz, Lugo. La barca de piedra pesa 270 kilos y transporta una pequeña figura del apóstol. 



Los orígenes del Día Nacional de Galicia, se remontan al año 1919, cuando se reúnen en Santiago de Compostela, la Asamblea de las Irmandades da Fala, que acuerdan celebrar el Día de Galicia el 25 de julio del año siguiente.

Esta festividad, dedicada al Apóstol, tiene una duración de dos semanas, más o menos. Durante este tiempo, se realizan diferentes actividades culturales. Destaca la reunión de Bandas de Música de toda la Comunidad Autónoma, así como la exhibición de trajes regionales y bailes folclóricos.




Los días más importantes son el 24 y el 25. Por la noche del 24 se lanzan fuegos artificiales en honor al Apóstol, a la vez que se quema el gran castillo de pirotecnia que imita la fachada gótica de la Catedral de Santiago.


Catedral de Santiago (Santiago de Compostela-A Coruña)


El 25 de julio, se celebra la misa solemne en la Catedral de Santiago y el Rey, o un delegado de la Casa Real, hace la tradicional ofrenda al Apóstol de Santiago.

Si el día 25 de julio coincide en domingo, se celebra el Año Santo Compostelano o Año Santo Jacobeo (Ano Santo Xacobeo).

Como es de esperar, el 25 de julio se escucha el himno de Galicia, “Os Pinos” (Los Pinos), llamado así porque su letra la constituyen las dos primeras partes del poema de Eduardo Pondal, “Os Pinos”. La música fue compuesta por Pascual Veiga.


Eduardo Pondal


El motivo central del himno es que Galicia despierte de su sueño y emprenda el camino hacia la libertad. Los “rumorosos pinos” mencionados en él, simbolizan al pueblo gallego.

El nombre de Galicia no figura en el poema, ya que Pondal hace referencias metafóricas al hogar y a la nación de Breogán.

Breogán es un mítico rey galaico del territorio de la actual Galicia, según las tradiciones legendarias irlandesas recogidas en una compilación del siglo XI: el Lebor Gabála Érenn (Libro de las Conquistas Irlandesas), en las que se narra las diversas invasiones sufridas por la isla.

Según la leyenda el rey Breogán construyó en la ciudad conocida como A Coruña una torre de tal altura que se podía ver una tierra distante de orilla verde: Irlanda.


La Torre de Hércules y escultura de Breogán (A Coruña)


Esa torre se asocia con la Torre de Hércules, famoso faro romano (que según la leyenda fue construido por los celtas, destruido y reconstruido por los romanos). Tiene el privilegio de ser el único faro romano y el más antiguo en funcionamiento del mundo. El 27 de junio de 2009 fue declarado Patrimonio de la Humanidad ​por la Unesco. Hasta el siglo XX recibía el nombre de Faro de Brigantia, o en latín Farum Brigantium. Es el tercer faro más alto de España, con 55 metros.

Aquí podéis leer el himno de Galicia.


Y aquí podéis escucharlo.





Espero que os haya gustado esta entrada. Nos vemos en la próxima. Disfrutad del verano.






viernes, 17 de junio de 2022

LA NOCHE DE SAN JUAN

 


Queridos/as lectores/as: El 24 de junio se conmemora el día de San Juan Bautista.

En toda España se celebra la llegada del solsticio de verano con ritos y tradiciones ancestrales. Dicen que la Noche de San Juan es la noche más corta del año, en el hemisferio norte, o la más larga en el hemisferio sur.

En la Noche de San Juan se ha adquirido la magia de las antiguas fiestas paganas que se organizaban con la llegada del verano.


En Galicia, es una fiesta muy importante que tiene costumbres muy arraigadas. Algunas de ellas están relacionadas con la expulsión de meigas (brujas) y otros males.  

Estas costumbres son:

1º: Encender hogueras. En gallego: cacharelas, lumeiras, cacheiras, etc. Y, por supuesto, saltarlas, al menos 3 veces. El 3 es un número mágico. En las hogueras se puede quemar todo aquello que consideramos viejo para cerrar una etapa de nuestras vidas.  




2º: No puede faltar una buena cena formada, sobre todo, de sardinas asadas y churrasco (carne y chorizos asados), regado con un buen vino. De postre: bica, licor café y, por supuesto la Queimada, licor sagrado de los gallegos.





La "Queimada" se realiza con aguardiente de orujo, a la que se le añade cáscara de limón, granos de café y azúcar. Se prende fuego y se remueve bien. A la vez que se pronuncia el famoso conjuro (conxuro) para espantar meigas.







 Mouchos, coruxas, sapos e bruxas.
Demos, trasgos e diaños,
espritos das nevoadas veigas.
Corvos, pintigas e meigas,
feitizos das menciñeiras…

Podres cañotas furadas,
fogar de vermes e alimañas,
lume da Santa Compaña,
mal de ollo, negros meigallos;
cheiro dos mortos, tronos e raios;
fuciño de sátiro e pé de coello;
ladrar de raposo, rabiño de martuxa,
oubeo de can, pregoeiro da morte…

Pecadora língua de mala muller
casada cun home vello;
Averno de Satán e Belcebú,
lume de cadáveres ardentes,
lumes fatuos da noite de San Silvestre,
corpos mutilados dos indecentes,
e peidos dos infernais cus…

Bruar da mar embravecida,
agoiro de naufraxios,
barriga machorra de muller ceibe,
miañar de gatos que andan á xaneira,
guedella porca de cabra mal parida
e cornos retortos de castrón…

Con este cazo
levantarei as chamas deste lume
que se asemella ao do inferno
e as meigas ficarán purificadas
de tódalas súas maldades.
Algunhas fuxirán
a cabalo das súas escobas
para iren se asulagar
no mar de Fisterra.

Ouvide! Escoitade estos ruxidos…!
Son as bruxas que están a purificarse
nestas chamas espiritosas…
E cando este gorentoso brebaxe
baixe polas nosas gorxas,
tamen todos nós quedaremos libres
dos males da nosa alma
e de todo embruxamento.

Forzas do ar, terra, mar e lume!
a vós fago esta chamada:
se é verdade que tendes máis poder
ca humana xente,
limpade de maldades a nosa terra
e facede que aquí e agora
os espiritos dos amigos ausentes
compartan con nós esta queimada.

 

3º: Otro ritual que debe llevarse a cabo es recoger las 7 (número mágico) hierbas de San Juan, dejarlas toda esa noche en remojo y, a la mañana siguiente, lavarse la cara con ellas. Esto nos purificará y espantará a las meigas.

·      Hinojo

·      Helecho macho

·      Codeso

·      Hierba de San Juan

·      Malva común

·      Romero

·      Hierbaluisa


 


Así como el fuego es un elemento mágico de la Noche de San Juan, no podía faltar otro, como el agua. Y en Galicia, donde hay mar, es importante saltar 7 olas en esa noche.

Las mujeres que deseaban quedarse embarazadas saltaban las 7 olas en la playa de A Lanzada, (O Grove), en la provincia de Pontevedra. Si el rito daba resultado se debía decir: “Isto é cousa de meigas”.


Playa de A Lanzada


Aparte de estos rituales “oficiales”, existían otras costumbres más románticas que hacíamos las adolescentes. Una de ellas era dejar un huevo, sin cáscara, en un cuenco, a la intemperie durante la noche. Al día siguiente, el dibujo que viésemos formado en la yema y la clara nos predecía nuestro futuro. Admito que las pocas veces que lo hice no vi nada en particular. Y otra costumbre era dejar caer un hilo desde una ventana o balcón (lo que tuviésemos) hasta la calle y luego subirlo, poco a poco, mientras contábamos siete estrellas en el cielo. Eso nos aseguraba que esa noche soñaríamos con nuestro futuro enamorado. Jamás he tenido ese sueño profético. Pero no dejan de ser ritos divertidos.

Y hasta aquí mi pequeña aportación sobre esta noche tan mágica que espero la disfrutéis este año. Y recordad este dicho tan popular gallego: "Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas". "Yo no creo en las meigas, pero haberlas, las hay”. ¡Hasta la próxima entrada!