lunes, 28 de octubre de 2024

MOMIAS

 

Momia egipcia en el Museo del Louvre, Francia


Hola, queridos/as lectores/as:

Ya entramos de lleno en la que podemos considerar la semana más terrorífica del año. Aunque no todo el mundo celebra Halloween/Samaín, es indudable que se acercan unos días de recuerdos, tristeza y nostalgia para unos; y miedo y diversión para otros.

En esta entrada os voy a hablar de algo que siempre ha despertado la curiosidad y el morbo de la humanidad: las momias. Aunque la ciencia ha descifrado muchos de sus secretos, bien es cierto que todavía están rodeadas de misterio y son un elemento indiscutible de la literatura y el cine de terror.

¿Qué es una momia?

Una momia es un cadáver de humano o animal que se ha conservado a lo largo del tiempo, evitando la descomposición.  La momificación se pudo conseguir de manera intencionada o accidental al ser expuesto el cadáver a productos químicos, frío extremo, baja humedad, falta de aire.

Aunque existen momias en diferentes culturas del planeta, es indudable que las que más fascinan al público son las de Egipto. Las momias egipcias están ligadas a la enigmática historia del antiguo Egipto, junto con sus creencias mágicas y divinas. La literatura aprovechó el morbo que generaban y se publicaron novelas sobre este tema mucho antes de ser un tema utilizado en el cine.

La pasión por la cultura egipcia empezó tras la campaña de Napoleón en Egipto. Las riquezas de ese país empezaron a llenar museos y colecciones privadas. Algunas de las primeras novelas sobre este tema son:

—“La novela de una momia”, de Théophile Gautier, escrita en 1857. En la novela el escritor presagia el descubrimiento de una tumba intacta en el Valle de los Reyes.

—“El anillo de Toht” y “Lot 249” son dos novelas escritas por sir Arthur Conan Doyle. En la primera dos amantes se encuentras tras varios milenios separados. Y en la segunda un comprador de una momia egipcia la revive para matar a sus enemigos.




En el cine la momia que más miedo ha dado ha sido la de la película “La momia”, dirigida por Karl Freund e interpretada, entre otros, por Boris Karloff quien interpreta a un sacerdote egipcio resucitado. Es del año 1932.

Anteriormente a esta película se rodaron otras como: “La momia del rey Ramsés”, es una película francesa de 1909. Tres películas con el mismo título pero de diferente nacionalidad: “La momia”, francesa, inglesa y americana). En Alemania, en los años 1918 y 1926 se hicieron las películas “Los ojos de la momia” y “El amor de la momia”, respectivamente.

En 1940 se hizo la película “La mano de la momia” donde un grupo de escépticos arqueólogos buscan una tumba perdida de una princesa egipcia y se encuentran con la momia dispuesta a matarlos.

En 1942 se filmó la película “La tumba de la momia” en la que actuaba el legendario Lon Chaney Jr., quien también salió en otras dos películas de momias: “El espectro de la momia” (1944) y “La maldición de la momia” (1944).

Los cómicos famosos Abott y Costello hicieron la película “Abbot y Costello contra la momia”, en 1955.

En 1959, los estudios Universal hicieron un remake de “La momia” de 1932. Dirigida por Terence Fisher y protagonizada por Christopher Lee, quien interpreta a la momia de Kharis, un antiguo sacerdote egipcio, y por Peter Curshing, quien hace de un arqueólogo.

Tuvieron que pasar varios años para que las momias volvieran a estar de moda y lo hicieron con la película “El regreso de la momia”, en el año 1999, interpretada por Brendan Fraser y Rachel Weisz. Aunque esta película es de aventuras y acción, no de terror. Tuvo dos secuelas más: “El regreso de la momia” y “La momia: la tumba del emperador Dragón”.  Les siguieron varias películas spin-off, que sigue las aventuras de Mathayus, conocido como el Rey Escorpión: “El rey Escorpión”, en 2002, “El rey escorpión: el ascenso de un guerrero”, 2008. “El rey Escorpión 3: batalla por la redención”, 2012 (lanzada directamente en vídeo). “El rey Escorpión 4: la llave del poder”, en 2015.




En el año 2010 se filmó la película “Adèle y el misterio de la momia”, es una película de fantasía y aventuras donde una intrépida periodista viaja a Egipto para enfrentarse a un grupo de momias.

En el año 2017 se hizo la película “La momia”, interpretada por Tom Cruise, dirigida por Alex Kurtzman. Se trata de un reinicio de la franquicia de “La momia” y la primera entrega del reinicio del Universo Cinematográfico de Monstruos de la Universal.  Es algo más terrorífica que las protagonizadas por Brendan Fraser.


Se comenta que quieren hacer “La momia 4” pero Brendan Fraser pone una condición: “que el guion esté a la altura”.

En la literatura infantil también podemos encontrar algún libro donde las momias son protagonistas:

—“Cuentos de momias”, de Itzel Canul.

—“El baile de las momias”, de Javier y Julián Villatoro.



Entre las películas infantiles encontramos:

“Momias”, de 2023, dirigida por Juan Jesús García Galocha.

En las películas de “Tadeo Jones” también podemos encontrar momias.



Y hasta aquí llega esta entrada. Espero que os haya entretenido. Disfrutad de Halloween/Samaín y nos vemos en la próxima.




 


domingo, 13 de octubre de 2024

EL ESTADEA

Hola, lectores/as. En esta ocasión comparto un relato que me parece ideal para estas fechas. El "estadea" es la persona que encabeza la Santa Compaña, una vez que ha tenido la mala suerte de encontrarse con la macabra procesión y no poder esquivarla.

 

EL ESTADEA




Hace cinco días que Luis ha desaparecido en el bosque. Por favor, ven. Te necesito”, así decía el mensaje que me envió mi hermana, Sorprendido y preocupado por la situación, hice la maleta, me despedí de mi mujer y regresé a Galicia. 



Mi hermana, Sira, vivía en Ourense, pero tenía una casa rural en un pequeño pueblo. Ella y su marido solían pasar allí  algunos fines de semana y parte de las vacaciones. Como amantes de la naturaleza, les gustaba pasear por el bosque, nadar en el río y degustar los productos que los paisanos cultivaban y no tenían inconveniente en regalarles. A mi cuñado también le gustaba recolectar setas.  Y fue ejerciendo esta actividad cuando desapareció. De eso hacía cinco días. La búsqueda por el bosque que hicieron los vecinos, guiados por la Guardia Civil, no dieron resultado.  

Conocía a Luis, mi cuñado, desde hacía más de veinte años y sabía que era un hombre tranquilo, pacífico, prudente, que no tenía enemigos. Mi hermana aseguraba que no tenían ningún problema matrimonial y, salvo que engañase bien a todos, se podía decir que era un hombre feliz. Yo la creía, y así se lo hice saber a la Guardia Civil cuando hablé con ellos. 


Según me contaron, mi cuñado salió sobre las seis de la tarde de casa. Condujo hasta el bar más cercano, a unos dos kilómetros y medio de su casa, y se detuvo para tomar un café con leche. Uno de los vecinos intentó persuadirle de que no se adentrara en el bosque, pronto se haría de noche y empezaba a subir la niebla. Pero, Luis quería coger setas para cenarlas esa noche y desoyó las advertencias. 

Pasaron las horas y, sobre las nueve de la noche, mi hermana decidió llamar a una vecina con la que más relación tenía para preguntarle si Luis estaba con el marido de ella. Pero los vecinos no habían visto a mi cuñado ese día. El señor tuvo la amabilidad de acercarse al bar para comprobar si Luis estaba allí. Encontró su coche, cerrado. Preguntó por él en el bar. Nadie le había vuelto a ver desde que se adentró en el bosque. Así se lo hizo saber a mi hermana y, sin demora, se lo comunicaron a la guardia civil. 

Después de una extensa e intensa búsqueda, lo único que encontraron fue la cesta que llevaba para recoger las setas. Dentro estaban la navaja que utilizaba para cortar los tallos y algunas setas, ya mustias.  

No había signos de violencia en los alrededores. Y, aunque carecía de lógica, la guardia civil estaba convencida de que Luis se había alejado por algún motivo dejando la cesta en un punto y debió haber sufrido un accidente con  fatal desenlace. Al parecer, no confiaban en encontrarle con vida, aunque seguirían buscándole.

La tarde del mismo día de mi llegada llevé a mi hermana a la iglesia para asistir al entierro de un vecino. Me quedé con ella en el sepelio para acompañarla y darle ánimo. Su salud era delicada y en su aspecto podía verse reflejado el estrés y la angustia que estaba padeciendo.

El cementerio estaba en el mismo recinto que la iglesia, así que pudimos ir caminando hasta el lugar donde se sepultaría el ataúd.

Cuando estábamos presenciando el entierro, una mujer mayor, vestida de negro, se acercó a nosotros y nos habló en voz baja.

─Ese hombre era mayor pero estaba sano. Aún así, la Parca decidió que había llegado su hora y así se lo anunció la Santa Compaña. ¿Ustedes no escucharon las campanas en mitad de la noche hace dos días?

─Yo no estaba aquí ─respondí.

─Deberían buscar a su familiar en el bosque, pero de noche. Últimamente la Santa Compaña se deja ver mucho por este pueblo. Es que nos estamos haciendo mayores ─se alejó.

Mi hermana me miró nerviosa y sonreí para tranquilizarla.

─No hagas caso a lo que ha dicho. Los viejos tienen sus manías y supersticiones.

Después del entierro regresamos a casa. Encendí fuego en la chimenea y preparé algo para cenar.

Mientras cenábamos vimos las noticias locales en la televisión. Recordaron el caso de la desaparición de mi cuñado y mi hermana empezó a llorar. Apagué la televisión y la tranquilicé.

─Te prometo que haré todo lo posible para encontrarle.

─Agradezco mucho que estés aquí. No sé qué habría sido de mí si estuviese sola.

─Debiste llamarme antes.

─No quería molestar.

─¿Molestar? ¡Sira, no digas eso, por favor!

Nos abrazamos y, una vez estuvo más tranquila, le aconsejé que se acostara e intentara dormir.

Yo no podía dormir. Aunque hacía frío salí al exterior para pensar un poco. Me senté en un banco que había al lado de la puerta. Yo no era creyente en sucesos extraños, conocidos como “paranormales”, sin embargo, no dejaba de pensar en lo que nos había dicho la anciana en el cementerio.



Desde luego no me planteaba la posibilidad de que mi cuñado se hubiese encontrado con una procesión de almas en medio del bosque, pero podía haber algún otro misterio más racional en el que se hubiese visto implicado, sin poderlo evitar.  Y estaba pensando, en concreto, en la posibilidad de que hubiese tenido la mala suerte de encontrarse con cazadores furtivos o un grupo de delincuentes que buscaba la policía nacional, junto con la guardia civil, desde hacía una semana, más o menos. Según la investigación, los fugados tenían pensado ir a Portugal, y el pueblo donde nos encontrábamos tenía una ruta antigua por el monte que era la ideal para cruzar la antigua frontera de manera furtiva.

La media noche me cogió sumido en mis pensamientos, convenciéndome de que mis teorías tenían fundamento y, seguramente, la guardia civil barajaba esa posibilidad aunque no me lo habían querido decir.  Tan concentrado estaba que no me di cuenta de que hacía realmente frío y mi ropa estaba húmeda por la niebla.

Me levanté dispuesto a entrar en casa y, de pronto, me pareció percibir un olor a cera, mezclado con incienso. Miré hacia el camino y no vi nada extraño. Entré en casa y me dirigí a mi habitación. Era hora de que me acostara. Quería madrugar para iniciar la búsqueda de Luis.

Antes de acostarme, me asomé a la ventana. El olor que había percibido momentos antes me había inquietado. Me pareció oír el tañido de una campana lejana. Recordé, una vez más, las palabras de la anciana. Me sentí inquieto y cerré la ventana. Luego, me reí por lo absurdo de la situación. Yo era un hombre racional y no podía dejarme llevar por historias de viejas.

Al día siguiente, después de desayunar y asegurarme de que mi hermana se encontraba bien, me dirigí al bar del pueblo para hablar con los paisanos. Quería saber si ellos estaban de acuerdo con mis teorías. Y esperaba que me ayudasen y no guardasen silencio, como solían hacer los aldeanos, sobre todo por temor a posibles represalias.

Llegué al bar y me sorprendió comprobar que estaba cerrado. Tenía un cartel pegado en la puerta, hecho con un cartón vulgar. Leí la nota: “Cerrado por defunción”. Miré extrañado a mí alrededor.  Sin dudarlo, me dirigí a la parroquia. Necesitaba saber quién había fallecido y en qué circunstancias.

La iglesia era pequeña, de estilo románico. Estaba consagrada al santo Antonio. Tenía todas las puertas cerradas. En el cementerio, que rodeaba a la iglesia, trabajaban dos hombres. Abrían una tumba, seguramente para enterrar al vecino recientemente fallecido. 

Me acerqué a ellos y les pregunté por el párroco. Me respondieron que estaba en su casa, un poco más lejos de la parroquia, en dirección al pueblo. Sabía a cuál se referían. Había pasado por delante de ella hacía unos minutos.  

─¿Cómo se llama el párroco? ─pregunté antes de irme. 

─Don Cosme. 

─Gracias.  

Llegué a la casa, un perro de gran tamaño, parecido al mastín, se acercó a mí y me olfateó. Detrás salió el párroco, don Cosme. Le saludé, me presenté, y le pregunté si podía robarle unos minutos de su tiempo. Asintió encantado. Seguramente le agradaba hablar con alguien de fuera.


 

─He ido al bar y estaba cerrado por defunción. Me gustaría saber quién falleció. 

─¡Menuda desgracia! ─exclamó─. Murió Pascual, el dueño. 

─¿Era muy mayor? 

─¡En absoluto! Sólo tenía cincuenta y dos años. Murió de un colapso al corazón. 

─Es extraño que mueran dos personas en tan poco tiempo en un pueblo tan pequeño. 

─Tres.  

─¿Tres? ─le miré sorprendido. 

─La semana pasada murió una mujer. Tenía algo más de setenta años. Es normal que muera la gente mayor. Pascual era joven pero no los demás. ¿Aún no saben nada de su cuñado? 

─No. La policía no tiene nuevas. ¿Usted tiene alguna opinión al respecto? 

─El campo es traicionero. Nunca se llega a conocer bien y su cuñado, aunque venía a menudo, era de ciudad. 

─Entonces ¿cree que sufrió un accidente? ¿No existe la posibilidad de que alguien pudiera hacerle daño? Cazadores furtivos… 

─Todo es posible. Espero que no fuera así, eso sería aún más triste. 

Me invitó a entrar en casa. Tenía el fuego encendido en la cocina de leña y se estaba a gusto. Me sirvió un vino de su propia cosecha y un poco de jamón. 

─¿Qué opina de la Santa Compaña? ─le pregunté─. Hay quien dice que se deja ver estos días. 

Dos Cosme me miró perplejo y soltó una carcajada.  

─¿No creerá en esas supersticiones ¿verdad? 

─No. Pero algunas personas creen en ello y pueden llevar más allá sus creencias. No sé si me entiende. 

─Sí, Y le aseguro que los vecinos de esta parroquia no se dedican a asustar a nadie.  

Me despedí del párroco, agradeciendo sus atenciones, antes de que me invitase a comer y regresé a casa.  

Por la tarde me despedí de mi hermana y realicé el camino que había hecho Luis. Quería descartar que se tratase de un accidente.  

El bosque donde Luis había estado buscando setas no era difícil de caminar. Tenía senderos marcados por el uso de la gente. La vegetación ─malezas y arbustos─, no invadían esos caminos. Y no tenía sentido subir hacia la montaña donde los tojos y las grandes rocas de granito indicaban que no era el lugar adecuado para que nacieran las setas, al menos las comestibles.  

Llegué al lugar donde la guardia civil había encontrado la cesta de Luis. De hecho, todavía podía encontrarse un trozo de la cinta que había marcado el perímetro de la investigación. 

Como me habían dicho, no se veían signos de violencia. No había rastro de sangre, pelea, nada que indicara que Luis se hubiese visto envuelto en un suceso violento.  

Aunque empezaba a oscurecer, decidí adentrarme más en el bosque pero en dirección contraria a la montaña. En algún tramo tuve que encender la linterna del teléfono móvil, pues los árboles ensombrecían el lugar. Me pareció ver un claro en dirección al pueblo, paralelo a la carretera. Me dirigí allí sorteando algunos troncos caídos, llenos de musgo.  

El lugar se correspondía con un tortuoso camino embarrado. Pude escuchar el ruido de un regato. Seguí caminando, confiando en que durase la batería del teléfono lo suficiente para no quedar en medio del bosque en la noche a oscuras. Empezaba a escuchar los animales nocturnos y, aunque yo no era miedoso, se hacía inquietante. 

No tardé en localizar la procedencia del agua. No era un regato. Era una mina de agua que estaba muy llena. Inundaba el camino de agua y lo hacía poco transitable. Desde allí se podían ver las luces del pueblo y la carretera. Seguí el camino. Aunque no conocía el lugar, deduje a dónde llevaba.  

Anocheció y decidí llamar a mi hermana para tranquilizarla, aunque no le dije dónde me encontraba. Continué avanzando. Calculé que había caminado casi dos kilómetros cuando llegué al final del camino. Había llegado a la parte de atrás del cementerio.  

Me sentí decepcionado. Mi investigación no había dado resultado. Apagué la luz del móvil. Recorrería el camino de vuelta siguiendo el arcén de la carretera.  

Nada más guardar el teléfono pude escuchar el ruido de una campana. Miré instintivamente hacia el campanario de la iglesia. Era absurdo pensar que alguien podía estar allí a esas horas, aunque sólo pretendiera gastar una broma. Sin embargo, decidí quedarme un rato más, esperando que saliera alguien de la iglesia. 

Lo que vi a continuación me sorprendió y horrorizó a partes iguales. Delante de la iglesia se formó una niebla más espesa que la del bosque. La niebla se disipó lentamente dejando ver luminarias que formaban unas siluetas humanas. Delante de esas siluetas iba un hombre vestido con ropas normales. Portaba una cruz y empezó a caminar encabezando una procesión… de muertos.  


Me oculté tras un arbusto y seguí contemplando aquello que sólo debería formar parte de una vieja leyenda: la Santa Compaña.  

Pero lo que hizo que se me erizaba el cabello fue comprobar que la persona que encabezaba el desfile era Luis. Quise salir de mi escondite para socorrerle pero, afortunadamente, me acordé de las advertencias que acompañaban a la leyenda y decidí permanecer en el escondite. Cuando se alejaron, siguiendo el camino por el que yo había venido, salí a la carretera y corrí lo más rápido que pude hasta llegar a mi coche.   

Esa noche no pude conciliar el sueño. Al día siguiente, salí temprano de casa. Quise regresar a la casa de don Cosme. Necesitaba hablar con él, aunque me tildase de loco. 

El párroco notó mi agitación y me hizo entrar hasta la cocina. Me ofreció un café que agradecí. La falta de sueño me hacía sentir más frío de lo habitual. 

Le expliqué lo que me había sucedido por la noche. Insistí en que yo, profesor de física y química, era un hombre razonable, que no creía en nada sobrenatural. Esperaba que no le molestara mi sinceridad.  

El párroco se quedó pensativo largo rato antes de responderme. 

─Le contaré algo. Ese camino que ha recorrido usted ayer por la noche era la antigua ruta que utilizaba la gente para ir a la iglesia y el cementerio. Quedó en desuso cuando se abrió la carretera.  Hace unos dos años, desapareció un hombre en el pueblo vecino. Lo buscaron durante días pero nunca lo encontraron, ni vivo, ni muerto. Sin embargo, algunos vecinos, juraban que lo habían visto alguna que otra noche. Según decían, iba a la cabeza de la Santa Compaña. Yo no creo en eso… Nadie cree ya en esas historias… Pero, ahora viene usted…  

─¿Qué se puede hacer para salvar a alguien que ha quedado atrapado en esa maldición? ─pregunté. El párroco se sorprendió ante  mi brusquedad. 

─No lo sé. ¿Quiere usted ocupar el lugar de su cuñado para liberarle de su cruz? 

─No. Estimo a mi cuñado pero no puedo abandonar a mi familia. No puedo hacer ese sacrificio.  

─Entonces,  le aconsejo que se olvide de su cuñado y deje que la vida siga su curso. 

Me despedí de don Cosme y regresé a casa de mi hermana. La acompañé unos días más mientras la guardia civil seguía con sus investigaciones. Investigaciones que, como era de esperar, no dieron resultado.  

Una noche, antes de irnos del pueblo, regresé al camino viejo que conducía al cementerio. Permanecí oculto esperando que volviera a aparecer la procesión de los muertos, aunque nada garantizaba que fuese así. Sin embargo, esa noche las almas volvieron a formar la procesión. Luis, mi cuñado, iba delante. Su rostro demostraba un horror y cansancio infinitos. Su cuerpo había adelgazado. Sentí lástima por él.  



Al pasar cerca de mí, instintivamente retrocedí un paso. Bajo mis pies crujió una rama. El estadea, como así se conocía al hombre o mujer vivos que encabezaban la procesión, se detuvo. Las almas que le seguían también se detuvieron. El olor a cera llenó mis fosas nasales. Luis miró en dirección hacia mí y se acercó, seguido de las almas. Me vio. Me sentí paralizado. Le llamé pero no me respondió. Me quiso entregar la cruz y yo, recordando la leyenda que me habían contado siendo niño, acerté a decir: 

─Ya tengo cruz. 

Luis, el estadea, se volvió y siguió su camino, condenado a vagar todas las noches con las almas de ese cementerio, buscando a alguien a quien pasar su cruz y anunciando la muerte de los vivos. 

FIN


Espero que os haya gustado. Nos vemos en la próxima entrada.




domingo, 1 de septiembre de 2024

MICRORRELATOS VI

 




Queridos/as lectores/as:

Después de los meses más intensos de verano, la mayoría regresa a las actividades rutinarias. Pero eso no es motivo para dejar de realizar actividades que nos entretengan. Os propongo continuar leyendo los relatos breves que compartí en “Motivación Escritoril” en X (antes Twitter), como reto utilizando palabras, frases o imágenes que compartía la creadora de la página. Son los últimos que realicé pues la página está inactiva desde el año 2023.



136.  Los caminantes llegaban al final del camino y se encontraban con una valla de hierro que cerraba el paso a un bosque espeso. Todos tenían la tentación de cruzar al otro lado no lamentaban o poder hacerlo. En cambio, yo, que estaba al otro lado, no quería quedarme. Quería salir de allí… y no podía.

137. Mirarte a los ojos es entrar en un pozo profundo donde encontrar multitud de estrellas que brillan por cada uno de los recuerdos y sentimientos que despiertas en mí.

138. ¡Cuánto tiempo llevaba muerta en vida, sin emocionarse con los colores de la primavera y del verano! Para ella, el amarillo de los girasoles era tan gris como los días de lluvia. Y el cielo azul, negro como una noche eterna. La ventana solo era una opción más para poner fin a su tristeza.

139. El fuego le traía recuerdos de los momentos más apasionados que había vivido junto a él. A la vez que, su cercanía, despertaba el dolor del momento en el que lo perdió para siempre.

140. Se encontraron en la calle. Solo hubo un cruce de miradas y una sonrisa cómplice. Sintieron que se conocían desde antes de nacer, que eran almas gemelas, pero la magia duró poco. Cada uno siguió su camino, sabiendo que en esta vida no se juntarían.

141. Era una tarde fría de abril. La lluvia caía sin cesar. En un momento, el cielo mostró su sonrisa formando un bello arco iris. Me recordó que el duende sigue guardando su tesoro y, de vez en cuando, nos permite disfrutar de su fulgor para que no dejemos de soñar.



142. Le había robado el corazón y lo guardó en una caja de oro, envuelto en un paño blanco con puntillas de encaje y el bordado de sus iniciales. Lo puso al lado de su corazón, en una estantería de plata y cristal, justo donde los rayos de la luna iluminarían su amor eterno por las noches.

143. Los ángeles descubrieron que se sentirían más cerca de la esencia divina adoptando forma animal.

144. Solo ella sabía que detrás de cada nube se escondía un ser malévolo, venido a saber de qué dimensión. Intentaba advertir a la gente, pero era demasiado pequeña para que tuvieran en cuenta su opinión. Y agradecía a las nubes que no se movieran: significaba un día más de paz.

145. La vecina del primero se preguntaba quién me había dejado esas flores en el rellano. El vecino del segundo deseó ser el afortunado en poder cortejarme. La del cuarto piso confiaba en un descuido mío para hacerse con ellas. Yo solo quería que llegase el taxi para llevar las flores a la tumba de mi amado.

146. El calor se hizo extremo. Las fuentes de los manantiales se secaron. Las nubes eran densas, grises y doradas. El aire asfixiante. Los ríos se evaporaron y desapareció la cascada que había al lado de mi casa. El silencio se hizo insoportable.

147. La amistad es como los milagros: unos viven la experiencia y otros dudan de su existencia.

148. (Planta en una acera). Cuando sintió los primeros rayos del sol acariciar sus tiernas hojas, supo que el esfuerzo de crecer en un mundo tan inhóspito había merecido la pena.



149. No volveré a caminar con temor. No volveré a rezar por el descanso de mi alma. Abrazaré mi destino con arrojo. Sufriré al ver la felicidad en los ojos de los mortales y gozaré su desesperación al conocer su final. Seré la reina de los vampiros y no volveré a lamentar mi suerte.

150. Se quedó mirando fijamente el hoyo que cavó bajo el árbol. Justo allí había escondido un cofre lleno de joyas y monedas de oro. Nadie conocía de su existencia. Bueno, había una persona que sí sabía de su secreto. Pero jamás pensó que un sacerdote pudiera cometer semejante traición tras una confesión.

151. Tenía que tomar una decisión y no era fácil. Se pasó toda la tarde dando vueltas al problema. Madrugó y se asomó a la ventana. Hacía fresco pero sabía que en un par de horas empezaría a hacer calor. Abrió el armario y examinó la ropa que tenía: camisetas, pantalones, jerséis… Todo de color negro. Tenía que ir a una b oda. Su aspecto sería mirado y cuestionado por todos los invitados. Era la hermana de la novia. Seguía con dudas. El vestido “brilli-brilli” no le gustaba. Finalmente tomó una decisión y se presentó en la ceremonia con un vestido largo y negro, sin adornos.

152. Empezó el verano y con él, una vez más, renació su ilusión por encontrar el amor que le hiciera olvidar el largo invierno de su vida.

153. Cuenta la leyenda que una bruja era tan mala que nadie podía ver su hermosura y cuando se acercaba al río y veía su reflejo en el agua, lloraba sin cesar. Y así, de ese río y sus lágrimas saladas, nació el mar.




154. Llegó a la cabaña que estaba cerca de una bifurcación de caminos. Detuvo el coche y contempló el horizonte recortado por la cima de unas montañas difusas por la niebla espesa. Cogió las llaves de la casa y las tiró por la ventanilla. Siguió conduciendo hacia ninguna parte.

155. Junto al mar jugó la caracola con el pulpo. La estrella de mar se escondió del erizo. La tortuga bailó en la orilla con el calamar. Y una ostra regaló una perla a una sirena que tejía sus ropas con algas.

Y estos son todos los relatos cortos que escribí en Twitter (X). Espero que os hayan gustado. Nos vemos en la próxima entrada. ¡Un saludo!