REUNIÓN
EN EL CEMENTERIO
La Muerte nunca se reunía
con los muertos una vez cumplida su misión. Pero, los esqueletos del cementerio
más antiguo de la ciudad habían insistido tanto en solicitar su presencia que,
después de pensárselo durante varios meses, aceptó la invitación.
Sobreponiéndose al reencuentro con la Parca, uno de los esqueletos se levantó y habló en nombre de todos.
─¡Agradecemos mucho que haya
aceptado nuestra petición! ─dijo─. Estamos viviendo unos tiempos difíciles y ya
no podemos soportarlo más.
─¿Qué no pueden soportar
más? ─preguntó la Muerte.
─Como bien sabe, mañana será
la noche de Todos los Santos y, como todos los años, nosotros, los esqueletos,
salimos de las tumbas para bailar, cantar y reír bajo la luz de la Luna. De
paso, aprovechamos para asustar a los incautos que se atreven a merodear por
estos lares. Sin embargo, este año, estamos pensando en que, tal vez, no
deberíamos cumplir con la tradición.
─¿Por qué? ─preguntó la Muerte,
intrigada. A ella, menos que a nadie, le gustaba romper con las tradiciones.
─Verá usted. Desde hace unos
años, esta fiesta de Todos los Santos o Halloween, como llaman ahora, lejos de
ser una celebración que provocaba miedo y respeto a la que gente, se ha
convertido en una jarana en la que se baila, se ríe del terror y se comen
dulces. Incluso los monstruos más horripilantes son el centro de burlas. Y
nosotros, quienes deberíamos ser temidos y venerados como las reliquias de los
antepasados, ¡la representación de la muerte!, somos ridiculizados. Tanta es
nuestra desesperación que, a pesar de los intentos por asustar a los mortales,
ellos insisten en mofarse una y otra vez de nosotros. Incluso se atreven a atentar
contra nuestra integridad física. ¡Fíjese bien! ¡Me falta un hueso! ─señaló el
hueco donde debía estar el peroné, en la pierna─. ¡Y mire a la señora Pimpollo!
¿Cómo va a lucir su chal favorito si le falta una clavícula? ─El esqueleto de
la señora Pimpollo simuló sollozar, mostrando su chal viejo y raído que no se
sujetaba bien en sus hombros huesudos─. ¡Y Coquitos! ¡El pobre niño ha perdido
un pie! Y nos consta que cuando falleció tenía los dos pies. ¡Es horrible,
señora Muerte! ¡Necesitamos su ayuda o las costumbres de este cementerio…
desaparecerán para siempre!
La Muerte se quedó pensativa un rato, tras el cual, habló con gran solemnidad.
─Está bien. La situación es
complicada, bien lo sé, pero haré algo que provocará el miedo en los vivos y,
en el futuro, recordarán la noche de Todos los Santos como la más horrible y
espeluznante de todas las noches del año.
Los esqueletos agradecieron
la ayuda de la Muerte. No preguntaron qué tenía pensado hacer, aunque
sospechaban cuál podía ser su plan. Incluso se atrevieron a hacer apuestas. Como
no tenían dinero, apostaban las letras de sus lápidas.
Unos días más tarde
confirmaron sus sospechas. En el cementerio habían aparecido tumbas nuevas.
FIN
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