domingo, 10 de marzo de 2024

MI TÍA ES UN ANIMAL SALVAJE

 



Hola queridos/as lectores/as:

Mientras escucho música antigua (para más señas es un popurrí del grupo Marfil que no me sonaba de nada) escribo este relato que escribí en el curso de escritura creativa.

Una de las compañeras había comentado lo particular que era una de sus tías y la tutora decidió que escribiésemos una historia inventada basada en el hecho real. He aquí mi pequeña aportación. Espero que os entretenga en estos días de frío y lluvia.

MI TÍA ES UN ANIMAL SALVAJE

Todos sabemos que en las reuniones familiares, especialmente en Navidad, se acostumbra a citar chistes sobre la familia porque, quien más o quien menos, tiene un pariente algo especial: es famoso el pesado cuñado, la cursilona cuñada o la suegra a la que estás deseando matar de un susto con el matasuegras durante la noche de fin de año.

Pero yo, más que acordarme de chistes, me acuerdo de lo especial que era una de mis tías que ya no se encuentra entre nosotros. Podía decirse que mi querida tía era un auténtico animal salvaje. No lo digo porque decidiese vivir siguiendo los lemas típicos de libertad, amor, sexo y demás de los años 70 del siglo XX. A ella, por sus costumbres, habría que ubicarla en un tiempo más lejano, incluso antes de su nacimiento. Parecía una mujer del siglo XIX o antes.

Mi tía tuvo la desgracia de ser la mayor de varios hermanos. Quedaron huérfanos de madre cuando ella solo tenía ocho años, motivo que le impidió seguir con sus estudios y se vio en la obligación de atender a sus hermanos y la casa.

Los hermanos, a medida que fueron alcanzando la edad de trabajar, se marcharon de casa prometiendo que regresarían para hacerse cargo de su hermana mayor.

Con los años se acostumbró a la soledad. Los vecinos la ayudaron a restaurar la vieja casa para acomodarse a los tiempos modernos pero ella, reacia a todo lo moderno, ni intentaba adaptarse a ellos.

Cuando le instalaron la electricidad ella nunca la usó. Prefería las velas y dejarse llevar con la luz y oscuridad de la naturaleza. Un día, inconsciente del peligro, metió los dedos en un enchufe y se desmayó. Desde ese día ni se molestaba en limpiar las bombillas que colgaban del techo.


Además de la electricidad, le instalaron agua corriente y construyeron un cuarto de baño. La mujer no se entendía con tantas modernidades. Con frecuencia confundía el váter con el bidé y el fontanero, cansado de limpiar algunos atascos incomprensibles, decidió no regresar nunca más a esa casa. A ella no le importó. Seguiría utilizaron el monte como siempre había hecho. Y para bañarse tenía su vieja palangana y una tina de madera, hecha con los restos de un tonel de vino.

Un día, uno de sus hermanos decidió ir a visitarla. Como era normal en todos aquellos que prosperaban, llegó a la aldea en su coche, aunque tuvo alguna dificultad en ir hasta su antigua casa debido a las malas condiciones del camino.

Mi tía, asustada ante aquella bestia de acero que hacía ruido y tenía luces, decidió huir y permaneció escondida dos días en el bosque.

Su hermano no se rindió y cuando la encontró la llevó a casa e insistió en llevarla con él a la ciudad pero fue un esfuerzo en vano. Ni siquiera era fácil mantener una conversación con ella. No tiene televisión, ni radio, su único vínculo con el mundo exterior son los vecinos a los que ve muy poco. Le importa muy poco saber quién es el presidente del país, ni siquiera sabe si hay un presidente, ella cree que vivimos en una especie de reino de cuento de hadas. Lo único que le interesa es su huerta, saber en qué fase está la luna para poder sembrar lo que le desea y si las gallinas han puesto su huevo o no.




Ahora ya es una anciana y se pasa la mayor parte del tiempo sentada delante de una ventana mirando los pájaros, el cielo, las flores. Antes de que llueva ya se lo anuncia su reuma. El arco iris le arranca una sonrisa. Sabe diferenciar el canto de los pájaros y entiende de lunas, vientos y otros misterios de la naturaleza.

Como he dicho, es un animal salvaje. No sabe nada del mundo en el que vivimos y no le interesa. Sabe lo suficiente para sobrevivir y, tal vez, eso sea lo único necesario para ser feliz, al menos en su mundo.



FIN

Nos vemos en la próxima entrada. ¡Saludos!

 

 

2 comentarios:

  1. Una tía muy especial, con mucho apego a las tradiciones. Me ha gustado tu relato, Ana M., retroalimentado de costumbres que, quizá, algunas de ellas no debieron perderse. Un abrazo; te sigo leyendo por aquí. Mari Carmen Caballero Álvarez

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu lectura y tu comentario. Un saludo!

      Eliminar