martes, 4 de julio de 2023

LA MEDALLA

 



Hola queridos/as lectores/as:

Ya estamos en Julio, uno de los meses de vacaciones. Y no hay nada mejor para pasar un buen rato que leer algo entretenido mientras descansamos del trabajo o de las actividades vacacionales. 

Aquí os dejo un pequeño relato de fantasía. Espero que os guste.

 

LA MEDALLA

Hacía tres años que el padre de Alex había desaparecido en el mar. Se suponía que había fallecido, junto con sus compañeros, cuando su embarcación se hundió tras el embiste de una gran ola. Pero Alex albergaba la esperanza de que aquellos hombres valientes hubiesen tenido la suerte de llegar a una isla desierta, aferrados a cualquier cosa flotante.

Como le había enseñado su padre, Alex salía todas las mañanas, muy temprano, a pescar en el mar, no muy lejos de la costa, en un pequeño barco. A veces le acompañaba un amigo pero, aquella mañana, iba solo.


Los primeros rayos del sol despuntaban en el horizonte, sobre las copas de los árboles del bosque y se reflejaban en parte de la costa. Las gaviotas volaban por encima de las embarcaciones confiando en encontrar algo de comida. La vida despertaba pero su alborozo no era suficiente para que Alex sintiera alguna emoción. Su corazón estaba triste, apagado y su mente solo se concentraba en el trabajo.

Echó una red al mar y esperó pacientemente a que los peces llegaran y se quedaran atrapados. Encendió un cigarro y miró hacia el horizonte donde el mar era de un azul más intenso. La mar estaba en calma. Pronto empezaría a hacer calor y los bañistas se acercarían a la playa. Los pescadores aficionados irían al muelle para intentar pescar algún pez de roca.

Apagó el cigarro y se puso a realizar otras tareas en el barco. Estaba distraído en ello cuando unos reflejos lo cegaron. Parpadeó y buscó las luces que lo molestaban. Le pareció ver una figura que nadaba cerca de una boya. Entrecerró los ojos y pensó que debía ser un delfín. Pero el destello multicolor no era propio de esos animales, así que observó atentamente para esclarecer el misterio. El extraño animal se acercó al barco y emergió.

Alex abrió la boca, perplejo y caminó unos pasos hacia atrás, tropezando con una cuerda que lo hizo caer sentado al suelo. No podía creer lo que estaba viendo. Se frotó los ojos y se levantó. Corrió a acercarse a la borda y vio que el misterioso ser seguía en el mismo sitio y lo contemplaba sin mostrar asombro, ni miedo.



Alex extendió un brazo para alcanzar al ser y éste se acercó más a él y se dejo tocar la cabeza. Alex sonrió. Siempre había escuchado historias que hablaban de encuentros entre marineros y sirenas, pero nunca había creído en ellas. Mas, ahora tenía a una sirena ante él. El ser tenía los cabellos largos de un tono dorado viejo. Los ojos eran azules como el mar y su piel, escamosa y ligeramente grisácea. Movió la larga cola y se hundió en el mar. Alex la llamó. La sirena volvió a asomarse con un pez en la boca que comió con avidez.  Volvió a acercarse a la embarcación y Alex observó que llevaba una medalla colgada del cuello. Creyó reconocerla. Volvió a extender la mano hacia ella para intentar cogerla. La sirena entendió su gesto. Se quitó la cadena y se la entregó.

Alex reconoció la medalla. Era una representación en oro  de la Virgen del Carmen y por detrás tenía inscrito una leyenda que decía: “De Carmiña para Andrés. 20XX”. Esa medalla se la había regalado su madre a su padre poco antes de morir ella. La sirena reconoció la tristeza en el semblante de Alex. Hizo un ruido agudo para llamar su atención.

─Esto era de mi padre… Supongo que si lo tienes tú, es porque está… muerto.

La sirena asintió. Entendía el idioma de los humanos, aunque no sabía hablarlo. Alex quiso devolverle la medalla pero ella se negó a aceptarla. Comprendió el significado que tenía para él. Sonrió y se hundió en el mar. Alex se asomó nuevamente por la borda. Ella volvió a aparecer y le dio un beso en la boca. Era un beso frío y salado pero lleno de afecto. Se alejó de allí.

Nunca más volvió a ver a la criatura pero, al menos, gracias a la aparición de la medalla, pudo aceptar la muerte de su padre y cerrar su duelo. Un nuevo amanecer empezaba en la costa y en su corazón.



 Espero que disfrutéis mucho del verano. Nos vemos en la próxima. ¡Un saludo!



 

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